lunes, 16 de junio de 2008

Atrevimiento invernal.

Un nuevo atraso. No sería novedad, pero ahora tenía que inventar una excusa, una BUENA. Me agrada mentir. Tal vez no debería admitirlo, pero es así.
Comencé a pensar en qué decir, medité sobre las excusas típicas, incluso pensé en decir la verdad... bueno esa idea fue fugaz. Tomé una bufanda, me la amarré al cuello y corrí. Al arribar, actué congestionadamente, con la mirada baja, los hombros caídos y la espalda semiencorvada en señal de debilidad. Unas tocecillas aisladas fueron, según yo, el detalle perfecto para mi falsa enfermedad; lo malo es que el profesor pensó de una manera semejante y me obligó a marcharme "¡A la cama!" dijo, y mientras me levantaba del asiento donde me había depositado, comenzó a admirar mi comportamiento, mis ganas de ir a clases sin importar mi estado de salud, creo que incluso utilizó la palabra "modelo". Y mis piernas se enredaron convenientemente en los tirantes de mi mochila. Salí lo más pronto que pude, sin mirar a nadie a los ojos, sin olvidar mi actuación tampoco.

Tal vez deba estudiar actuación, así la gente estaría por lo menos advertida de mi comportamiento.
Me sentí muy mal y no sólo porque nunca me ha gustado el teatro, sino porque realmente no tenía nada más que hacer; me gusta mucho esa clase y ahora tendría que irme efectivamente a la cama, no podría arriesgarme a que alguien me descubriera. ¡Qué día más corto en acción!