sábado, 11 de octubre de 2008

Asociación de ideas.

No es tarea fácil elegir alcachofas, simplemente porque las hojas tienen que estar verdemente frescas y no marrónmente arrugadas y secas. Eso lo recordé mientras raspaba el pan recién rescatado del tostador, el olor a quemado me recordó mi breve estadía en el sur, en las tardes que pasamos frente a la cocina a leña comiendo, comiendo, comiendo, cuando se suponía que sólo teníamos que trabajar, trabajar, trabajar y fue lo que menos hicimos. Por eso abandoné ese proyecto, porque cuando me sumé a él primeramente y ayudé a desmalezar en las plantaciones en terrazas, conocí a los padres de Abrahám, el cual había fallecido recientemente aplastado por un muro en el terremoto. Y no me olvidaré que José se refería con el mismo nombre al nuevo hijo que venía, como si Abrahám fuese reemplazable, como si sólo por vivir en un territorio extremo no tuviese esa familia los mismos sentimientos que ella en plena centralización. Pero ellos sabían más que eso, y ni siquiera necesitaron hacer mi asociación, la tenían incorporada, las palabras sonaron vacías.

viernes, 10 de octubre de 2008

Un absurdo que no tiene sentido me está robando horas de sueño... Es absurdo

No la entiendo, definitivamente no la entiendo. Me doy por vencido, creo que no soy capaz de entender a nadie.

Hoy tenía hambre, y teniendo poco dinero, quise comprar un chocolate de 100 sestercios. La señora me dijo que costaban 200 sestercios. Yo sabía que en todos los demás negocios - a pocos pasos -, los vendían a 100 sestercios. Aparenté no sorprenderme, temí que mis gestos torpes me delataran. Pagué los 200 sestercios, y me avergoncé de mí mismo.

No... no entiendo.

Mal de horario.

Me molestaría muchísimo si me reconocieran por mis malos hábitos al ingresar a un salón, y siempre hemos de saber cuándo Juan ha ingresado a un salón por sus malos hábitos.
No me molestaría que pasase completamente desapercibido y sé que tampoco a los demás.

Me gustaría más reconocerle por sus zapatillas de cordones rojos.
O por su voz cuando dice "no hay problema".

domingo, 21 de septiembre de 2008

Una confesión a medio terminar se convierte en secreto

Héme aquí, sumergido en la más compleja de las complejidades. Cuesta trabajo parecer un hombre educado y entero, mantener una imagen cautivante y sobria sin caer en el exceso que anula ese ligero humor del cual las gentes parecen disfrutar.

Coro griego: Cansa jugar los juegos que jugamos.

¿A qué se debe tanta premura en contraer matrimonio? [1] . ¿Tres meses bastan para conocerse? No ¿Será optimismo? [2] Quizás.

Coro griego: Nada es garantía de nada, pero aunque a veces es demasiado arriesgado arriesgarse [No terminaré la frase]

Las conversaciones tienden a empujarnos a delatar nuestras obsesiones. Estuve a las puertas de hacerte una confesión - parado al borde -, cuando mi mirada se detuvo en una frase de aquel codex, frase que no estaba dirigida a ti sino a mí: "estamos hablando de cosas de las que no deberíamos hablar". Me sonrojé. Como en otras ocasiones, me refugié entre el silencio y mi eritrofobia.

[1]: La expresión "contraer" pareciera tener la connotación de "contraer una enfermedad", en el sentido de un padecimiento. El Tractatus Philosophicus de Fridias en su capítulo "De Preventionis", señala que el matrimonio es la cárcel del espíritu, convirtiendo a ambos cónyuges en prisioneros víctimas del agobio. Por otra parte, el reconocido médico egipcio Anj-Iri expone su teoría según la cual el matrimonio estaría asociado a un problema de la "visión" y además advierte de las numerosas enfermedades que éste puede producir en el organismo.

[2]: Es preciso recordar que entre los males contenidos en el ánfora de Pandora, se encontraba la Esperanza, considerada como una desgracia por todo hombre sabio, y estrechamente ligada al "optimismo".

sábado, 20 de septiembre de 2008

Lleve opiniones

Tal vez debería enumerar la variedad de ocurrencias que salieron de tu boca en tan corto tiempo y de forma tan espontánea. Ni aunque lo deseara podría recordar una de ellas. Y te aseguro que tampoco podría F.J., porque mientras te mirábamos pensábamos cada cual cosas diferentes. Y es que él no podía dejar de preguntarse si se iría al infierno o si miles de insectos lo atacarían de noche por haber esparcido con la brocha el pequeño cuerpo de ese mosquito mientras pintaba las paredes del baño; y yo aún no podía creer que hubiesen echado a Raimundo del reality show...

lunes, 15 de septiembre de 2008

Stanislavsky

Era mi primer trabajo en un local de comida rápida. Fui al cuarto donde debíamos colocarnos el uniforme, y colgarnos un distintivo plástico con nuestro nombre. Como era nuevo no estaba el mío, así que tomé uno que decía Francisco.

Me acercaba a las mesas a entregarles el menú, decía algo gracioso, les conversaba de cualquier tema, siempre de muy buen humor y al irme les decía: "Cualquier cosa, me dicen no más. Me pueden llamar Pancho". Era como interpretar un personaje, traté de meterme dentro de la mente y bajo la piel de Pancho. Estoy seguro que de haber sido yo mismo, nunca hubiera dicho las cosas que dije, incluso mis gestos y posturas cambiaron. Cuando lo recuerdo me da risa... pero también me da algo de miedo.

jueves, 4 de septiembre de 2008

A veces simplemente no hay pasamanos.

Cuando pasé por la vereda de las baldosas flotantes, me fijé en los ciruelos rojos que se reían del último en florecer. Y entonces alguien me dijo que cuando fuese su turno tendría la posibilidad de sobresalir especialmente, que se destacaría ante los demás, porque para entonces ya habrían perdido sus flores y, en consecuencia, su máximo esplendor. El último sería diferente, pues podría brillar únicamente, solo.
Yo medité un segundo y no supe si responderle que lo que decía era un buen conjunto de palabras soñadoras, pues bien podría suceder que no se destacara en absoluto, que para su tiempo de floración, estuviesen todos ya cansados de la primavera.

lunes, 11 de agosto de 2008

Somos tan diferentes que llegamos a ser iguales

Algo tan sencillo como dejar de comer carne y beber alcohol puede atraer toda la atención hacia ti en una fiesta cualquiera. Quienes no te preguntan, elucubran teorías cercanas a la ciencia ficción. Quienes te preguntan, tratan de entender o tratan de convencerte o simplemente preguntan para después hablar de cualquier cosa.

Si hubiera conocido a Alan en otras circunstancias lo hubiese tratado de ud. pero todo nos empujaba a aquellos que estábamos ahí, a tratarnos con la camaradería más espontánea. Pintor en una de las tantas plazas, había dado a luz un personaje que consideraba su hijo: Walter Richi Machuca Guajardo. Mientras contaba su historia, un hombre cuyo oficio decía ser el de Lector, encendía el cigarro de Lua, que cuando se cambió el nombre junto a otras 5 personas en una de esas ceremonias que inventamos en ciertas ocasiones, al igual que los ritos de los amantes o de los almuerzos en familia, no sabía que había cambiado su "soledad" por una "luna portuguesa" - aunque Lua me sigue sonando más a "loba" que a otra cosa-.

Sentado en el balcón, podía ver a través de la ventana que mostraba el comedor y el largo pasillo, a esa muchacha francesa que trataba de comprendernos por medio de sus "callejeos" como ella les decía. Esa noche no importaba la música, parecía que todas las melodías estaban hechas para ser bailadas. Y ahí estaba ella, moviéndose en esas formas de serpiente que me hizo pensar en muchas cosas y en ninguna a la vez.

Rondas de chistes, cumpleaños felices, reflexiones políticas y espirituales... diálogos sobre la naturaleza de la realidad, comentarios sobre las Olimpiadas y la guerra, relatos de viejos tiempos... Entre medio de tanto ajetreo, siempre hay pequeños espacios para esa intimidad mínima en la que sólo caben unas pocas palabras, algunas miradas largas y ese silencio que queda vibrando en el aire después de ciertas conversaciones que son interrumpidas por alguien que busca vaciar su copa.

Lluvia - una perra que había sido encontrada en una noche lluviosa -, fue de las primeras en llegar, y de las últimas en irse.

lunes, 16 de junio de 2008

Atrevimiento invernal.

Un nuevo atraso. No sería novedad, pero ahora tenía que inventar una excusa, una BUENA. Me agrada mentir. Tal vez no debería admitirlo, pero es así.
Comencé a pensar en qué decir, medité sobre las excusas típicas, incluso pensé en decir la verdad... bueno esa idea fue fugaz. Tomé una bufanda, me la amarré al cuello y corrí. Al arribar, actué congestionadamente, con la mirada baja, los hombros caídos y la espalda semiencorvada en señal de debilidad. Unas tocecillas aisladas fueron, según yo, el detalle perfecto para mi falsa enfermedad; lo malo es que el profesor pensó de una manera semejante y me obligó a marcharme "¡A la cama!" dijo, y mientras me levantaba del asiento donde me había depositado, comenzó a admirar mi comportamiento, mis ganas de ir a clases sin importar mi estado de salud, creo que incluso utilizó la palabra "modelo". Y mis piernas se enredaron convenientemente en los tirantes de mi mochila. Salí lo más pronto que pude, sin mirar a nadie a los ojos, sin olvidar mi actuación tampoco.

Tal vez deba estudiar actuación, así la gente estaría por lo menos advertida de mi comportamiento.
Me sentí muy mal y no sólo porque nunca me ha gustado el teatro, sino porque realmente no tenía nada más que hacer; me gusta mucho esa clase y ahora tendría que irme efectivamente a la cama, no podría arriesgarme a que alguien me descubriera. ¡Qué día más corto en acción!

jueves, 29 de mayo de 2008

Busqué entre tus cartas amarillas...

Encontré esto entre algunos papeles viejos...

"Hay días en que me siento mal y lucho, otras veces no hago nada y dejo que la enfermedad me consuma con todo su infierno, dejo que su veneno se esparza y alcance lugares que no estaban contaminados, que habían logrado permanecer intactos - de esos cada vez quedan menos -.

He ido perdiendo las fuerzas para enfrentar las situaciones de angustia, cada vez hago menos y me dejo consumir más. Con todas las visitas que he hecho a los doctores, ya puedo describir con precisión y lujo de detalles mis estados de ánimo, puedo hablar de las ligeras diferencias entre el desgano y el aburrimiento, entre la nostalgia y la melancolía, entre la angustia y la desesperación. En otras palabras, me he vuelto un experto en examinar las manifestaciones de mi sufrimiento, lo que en un principio pensé me ayudaría para definir los perfiles de aquello contra lo que lucho. Pero la verdad es que esta enfermedad sigue siendo monstruosamente ambigua, extraña y vaga. Creo que lo único que alcanzo a describir es su superficie, como si sólo pudiera ver el mar en las olas que se rompen contra las rocas, sólo veo los resultados que produce en mí pero no su estructura, no su funcionamiento".

Nota: Hoy vi escrita la palabra "bonheur"... fue un pequeño sol que alegró mi día.

jueves, 15 de mayo de 2008

Largo trayecto rutinario (me obliga a meditar)

Caminaba por una concurrida avenida cuando perdí el hilo de mis pensamientos. Un señor vestido de un color que no es café ni verde ni beige, a cuadrillé o escocés (no entiendo mucho la diferencia entre ambos términos) me detuvo balbuceando un corto discurso que solamente comprendí la tercera vez que me lo repitió. Le di una moneda mientras le decía "no tengo mucho". Pensé un paso de cebra y media cuadra (sólo tres vitrinas) qué haría con el dinero que le entregué y si me recordaría. Yo sí recuerdo sus ojos ni verdes ni café ni beige y su sonrisa avergonzada. También me pregunté qué le habría pasado que se quedó sin dinero, pero una vitrina llamativa me forzó a ingresar en mi mundo de frivolidades y sólo cuando pasé por ese negocio que tiene una chimenea por donde siempre sale olor a choripán, pude retomar mis pensamientos dejados en pausa tras el encuentro con el señor combinado. Reflexionaba acerca de las obsesiones.
L. tiene una seria fijación por el desodorante ambiental. Cada vez que llega del trabajo lo primero que hace es buscarlo; a veces palabra por medio de lo que le dicen escucho ese sonido característico del spray, una descarga cada dos segundos. Me pregunto si eventualmente le mareará y anhelo que sí lo haga, pero como soy pesimista me imagino que comprará uno con un olor diferente y hay mucha variedad en el supermercado.
N. tiene una especie de fijación conmigo. Nunca hemos trabado una conversación, sólo hemos intercambiado un par de palabras. Sin embargo, cada vez que me ve sonríe. No quiero pensar que pueda estarme coqueteando, simplemente porque asumo su heterosexualidad y, aunque no juzgo a aquellos que no lo son, no me gustaría que pensase que podría tener una fugaz posibilidad de enamorarme. Yo, por mi parte, me he prendado de una de sus amistades. Su compleja morenidad morena me ha perturbado y, aunque intento decirme que "no es mi típico tipo" mis inclinaciones no escuchan razón alguna, se escapa de mi control. Hace tiempo ya que no le miro a los ojos y que me sereno para no intentar llamar su atención. Lo peor de todo es que me persigue en mis trayectos sin saberlo. No, no es amor, es una demencia temporal.
A. es adicta al tabaco. Sus dientes acumulan residuos de color no verde no amarillo no mostaza no café, es una mezcla y creo que se oscurece y se pone más densa cada semana. No puedo evitar fijarme en este detalle de su rostro. Por más que me obligo a subir la mirada, mi vista desconoce descaradamente mi autoridad. Tal vez pueda decirse que estoy perdiendo autocontrol. Puede que necesite una terapia cerebral, una rehabilitación. Quizás esté exagerando, pero no quiero terminar observando cómo mi cuerpo funciona autónomamente, ¡para qué me necesitaría entonces! Pediré hora enseguida a un kinesiólogo.

miércoles, 14 de mayo de 2008

¿Fe?

Había terminado la lectura poética y nos fuimos a caminar por las calles buscando algún bar que estuviese abierto a esas horas. Lo único que encontramos fue un bar punk-gótico en el cual no duramos mucho; "Los pacos me sacaron un parte la otra vez, si por mí fuera tendría abierto, si total uno no arma ningún escándalo. Puta, lo siento compadre, pero así es la cosa", después de la frase nos fuimos. Resultaba una imagen curiosa, estar con ese hombre de letras pasado sus 60 en ese lugar, conversando de la vida, la muerte, la poesía y las mujeres.

Me confesó que le tenía un poco de miedo a la muerte, y decía que Dios le había jodido la vida, "Me dio una infancia de las más duras, con pobreza y un padre que me creía marica por escribir. Conversando con un cura, le pregunté qué había que hacer para tener fe, y él me dijo que la fe era un don de Dios. Puta que me cagó Dios, me dio una infancia de mierda y encima no me quiso dar la fe... por eso yo digo que Dios es maricón".

Siento que mi breve encuentro con don Enrique me ha ahorrado muchos libros y malos ratos. Creo que entiendo sus borracheras y me gusta su cercanía con los jóvenes, es de esos viejos que está tan dispuesto a escucharte atento como a mandarte a la mierda si lo considera necesario.

sábado, 10 de mayo de 2008

Marina: recordando el mar en la depresión intermedia.

No sé si había que esperarle o si debía de tentarme. La verdad es que me vino un implulso loco por comer una empanada de mariscos, así es que me levanté y me fui supongo, porque tengo una gran nube en el trayecto de la sala de clases hasta ese puesto de la esquina.
Nunca me han gustado los mariscos. Me acuerdo que una vez en mi infancia mi madre y mi hermana me pasaron una supuesta empanada de pollo, pero yo me di cuenta en seguida que era de mariscos verdaderamente, por sus actitudes sospechosas y por ese sabor horrible que no recuerdo en este momento, pero de seguro si huelo una se me refresca la memoria. No lo haré. No me encuentro cerca de un lugar donde vendan empanadas y tampoco es el momento.
La cosa es que cuando estaba en el puesto ese de venta de empanadas de mariscos (se dedican a eso específicamente sus vendedores), recordé (justo después de acordarme que nunca me han gustado los mariscos) mi vegetarianismo. Por consiguiente, cerré la boca (tiendo a abrirla cuando pienso) y me fui. Caminé hasta el paradero siguiente (me dio vergüenza seguir junto a esos vendedores que me vieron en actitud reflexiva), tomé la micro y me largué.

¿Cuál es la diferencia entre un molusco y un marisco?
Lo pregunto, porque tengo una profesora que me recuerda a un molusco. No a uno en particular, más bien a "moluscos" en general y me gustaría tener una visión mental de estos, algo como una imagen, porque hasta el momento he pensado en lapas cada vez que la veo y me las imagino subiendo babosa y verdemente por un vidrio, luego me vienen náuseas y tampoco es una buena imagen para recordar a alguien.

martes, 6 de mayo de 2008

Coincidencia

Me desperté con la voz de mi vecino que desde que vive solo habla consigo mismo y también le habla a Dios para darle las gracias de seguir vivo. Al principio pensé que las únicas señales de vida en la casa de al lado sería el retumbar de los pasos apresurados por la escalera metálica y las descargas del inodoro - que en realidad inodoro no es -. Pero con el tiempo me he ido acostumbrando a sus monólogos [¿o debería decir diálogos?] y a veces imagino lo que Dios podría responderle.

Da gusto saber de alguien que se siente agradecido y que no protesta continuamente, sobretodo hoy en día en que pareciera que todos tienen algo sobre qué reclamar. Yo mismo reclamo que la gente no debería reclamar tanto, mientras en la isla de Lesbos reclaman porque la palabra "lesbiana" sólo se utilice como gentilicio y no para otra cosa.

En la noche decidí salir y caminar sin destino fijo. Me detuve entre un grupo de personas que miraban en el televisor de un negocio, cómo un adolescente caminaba sobre una pasarela de vidrio a metros de altura, y después como otro era arrastrado por una camioneta. Seguí caminando guiado por los marcados compases de un tango, hasta que una muchacha me detuvo. Su acento era argentino, coincidencia que me llamó la atención, y me hizo recordar el adhesivo que vi en el auto estacionado frente a la plaza, estoy seguro que tras ese nombre se esconde la misma persona de aquella secta oriental.

Necesitaba ayuda para abrir un viejo portón y me pasó sus llaves. Su exceso de confianza me hizo sospechar, pero acepté. El portón se rehusó a ceder, así que nos sentamos en la escalera, ella en la sombra y yo donde llegaban algunas luces escasas del farol. Algo me preguntó que me hizo decirle que no me interesa Nietzsche ni otros de su estilo porque no me gustan los libros de autoayuda. Ella me dijo que no leía cuentos infantiles porque le daba miedo las historias de terror. Después nos quedamos en silencio.

Volvimos a probar las llaves, empujamos con fuerza, y esta vez el portón se abrió. Ambos reimos. Ahí me di cuenta de lo pesada que era esa vieja armazón de fierro y pensé en lo fascinante que es que una sola llave, única combinación entre millones de posibilidades, sea la capaz de abrir una cerradura. No recuerdo si me despedí de ella, sé que me dio las gracias y que le dije que marcara sus llaves.

sábado, 3 de mayo de 2008

....

Creí que la radio se había encendido sola... pero no, eran mis pensamientos que empezaban a agitarse.