Algo tan sencillo como dejar de comer carne y beber alcohol puede atraer toda la atención hacia ti en una fiesta cualquiera. Quienes no te preguntan, elucubran teorías cercanas a la ciencia ficción. Quienes te preguntan, tratan de entender o tratan de convencerte o simplemente preguntan para después hablar de cualquier cosa.
Si hubiera conocido a Alan en otras circunstancias lo hubiese tratado de ud. pero todo nos empujaba a aquellos que estábamos ahí, a tratarnos con la camaradería más espontánea. Pintor en una de las tantas plazas, había dado a luz un personaje que consideraba su hijo: Walter Richi Machuca Guajardo. Mientras contaba su historia, un hombre cuyo oficio decía ser el de Lector, encendía el cigarro de Lua, que cuando se cambió el nombre junto a otras 5 personas en una de esas ceremonias que inventamos en ciertas ocasiones, al igual que los ritos de los amantes o de los almuerzos en familia, no sabía que había cambiado su "soledad" por una "luna portuguesa" - aunque Lua me sigue sonando más a "loba" que a otra cosa-.
Sentado en el balcón, podía ver a través de la ventana que mostraba el comedor y el largo pasillo, a esa muchacha francesa que trataba de comprendernos por medio de sus "callejeos" como ella les decía. Esa noche no importaba la música, parecía que todas las melodías estaban hechas para ser bailadas. Y ahí estaba ella, moviéndose en esas formas de serpiente que me hizo pensar en muchas cosas y en ninguna a la vez.
Rondas de chistes, cumpleaños felices, reflexiones políticas y espirituales... diálogos sobre la naturaleza de la realidad, comentarios sobre las Olimpiadas y la guerra, relatos de viejos tiempos... Entre medio de tanto ajetreo, siempre hay pequeños espacios para esa intimidad mínima en la que sólo caben unas pocas palabras, algunas miradas largas y ese silencio que queda vibrando en el aire después de ciertas conversaciones que son interrumpidas por alguien que busca vaciar su copa.
Lluvia - una perra que había sido encontrada en una noche lluviosa -, fue de las primeras en llegar, y de las últimas en irse.
Si hubiera conocido a Alan en otras circunstancias lo hubiese tratado de ud. pero todo nos empujaba a aquellos que estábamos ahí, a tratarnos con la camaradería más espontánea. Pintor en una de las tantas plazas, había dado a luz un personaje que consideraba su hijo: Walter Richi Machuca Guajardo. Mientras contaba su historia, un hombre cuyo oficio decía ser el de Lector, encendía el cigarro de Lua, que cuando se cambió el nombre junto a otras 5 personas en una de esas ceremonias que inventamos en ciertas ocasiones, al igual que los ritos de los amantes o de los almuerzos en familia, no sabía que había cambiado su "soledad" por una "luna portuguesa" - aunque Lua me sigue sonando más a "loba" que a otra cosa-.
Sentado en el balcón, podía ver a través de la ventana que mostraba el comedor y el largo pasillo, a esa muchacha francesa que trataba de comprendernos por medio de sus "callejeos" como ella les decía. Esa noche no importaba la música, parecía que todas las melodías estaban hechas para ser bailadas. Y ahí estaba ella, moviéndose en esas formas de serpiente que me hizo pensar en muchas cosas y en ninguna a la vez.
Rondas de chistes, cumpleaños felices, reflexiones políticas y espirituales... diálogos sobre la naturaleza de la realidad, comentarios sobre las Olimpiadas y la guerra, relatos de viejos tiempos... Entre medio de tanto ajetreo, siempre hay pequeños espacios para esa intimidad mínima en la que sólo caben unas pocas palabras, algunas miradas largas y ese silencio que queda vibrando en el aire después de ciertas conversaciones que son interrumpidas por alguien que busca vaciar su copa.
Lluvia - una perra que había sido encontrada en una noche lluviosa -, fue de las primeras en llegar, y de las últimas en irse.