domingo, 25 de octubre de 2009

Pouporri de confusiones.

No me habría esperado nunca que acontecimiento similar hubiese sucedido en alguno de mis viajes rutinarios, pero tal vez decidió suceder en aquel momento, porque nunca me lo habría esperado.
No sé si la gente nos observaba mientras conversábamos, aunque no sé tampoco si ponerlo de esa forma, pues fue él quien habló todo el tiempo. Me mostraba sus pequeños dientes, era amigable, sus ojos estaban muy juntos y sorprendentemente pronunciaba muy bien el idioma que utilizaba para comunicarse conmigo (lamento no recordar cuál era, pero tampoco me acuerdo de lo que me decía, no todos los días se producen conversaciones con los accesorios de los cables de los celulares y el solo hecho me impresionó en demasía).
Luego, más tarde ese mismo día, cuando el bus ya llegaba a la ciudad hacia donde me dirigía (por asunto de negocios), observé con espanto una gigantesca gigantografía de tres personajes que postulaban a algo (supongo).
Te dije que pensé enseguida lo de los mensajes subliminales, porque el primer rostro correspondia a una mujer con una grande y espesa melena colorina, la cual me remitió inmediatamente a un león; el retrato del hombre (ubicado en el centro) tenía unos ojos redondos y negros que me recordaron enseguida a un sapo; y la última mujer, con un rostro muy delgado y alargado, correspondía sin discusión a una lagartija. Tuve que descartar de inmediato lo de los mensajes subliminales, pues el hombre del centro era el más importante y lógicamente no podría dar la imagen de un sapo, ¡qué beneficio le reportaría aquello...!
Aunque si lo medito un poco más, podría significar que el pueblo, a través de las votaciones, podría llegar a convertirlo en príncipe...


Votaré por él, siempre me han gustado las monarquías.