jueves, 15 de mayo de 2008

Largo trayecto rutinario (me obliga a meditar)

Caminaba por una concurrida avenida cuando perdí el hilo de mis pensamientos. Un señor vestido de un color que no es café ni verde ni beige, a cuadrillé o escocés (no entiendo mucho la diferencia entre ambos términos) me detuvo balbuceando un corto discurso que solamente comprendí la tercera vez que me lo repitió. Le di una moneda mientras le decía "no tengo mucho". Pensé un paso de cebra y media cuadra (sólo tres vitrinas) qué haría con el dinero que le entregué y si me recordaría. Yo sí recuerdo sus ojos ni verdes ni café ni beige y su sonrisa avergonzada. También me pregunté qué le habría pasado que se quedó sin dinero, pero una vitrina llamativa me forzó a ingresar en mi mundo de frivolidades y sólo cuando pasé por ese negocio que tiene una chimenea por donde siempre sale olor a choripán, pude retomar mis pensamientos dejados en pausa tras el encuentro con el señor combinado. Reflexionaba acerca de las obsesiones.
L. tiene una seria fijación por el desodorante ambiental. Cada vez que llega del trabajo lo primero que hace es buscarlo; a veces palabra por medio de lo que le dicen escucho ese sonido característico del spray, una descarga cada dos segundos. Me pregunto si eventualmente le mareará y anhelo que sí lo haga, pero como soy pesimista me imagino que comprará uno con un olor diferente y hay mucha variedad en el supermercado.
N. tiene una especie de fijación conmigo. Nunca hemos trabado una conversación, sólo hemos intercambiado un par de palabras. Sin embargo, cada vez que me ve sonríe. No quiero pensar que pueda estarme coqueteando, simplemente porque asumo su heterosexualidad y, aunque no juzgo a aquellos que no lo son, no me gustaría que pensase que podría tener una fugaz posibilidad de enamorarme. Yo, por mi parte, me he prendado de una de sus amistades. Su compleja morenidad morena me ha perturbado y, aunque intento decirme que "no es mi típico tipo" mis inclinaciones no escuchan razón alguna, se escapa de mi control. Hace tiempo ya que no le miro a los ojos y que me sereno para no intentar llamar su atención. Lo peor de todo es que me persigue en mis trayectos sin saberlo. No, no es amor, es una demencia temporal.
A. es adicta al tabaco. Sus dientes acumulan residuos de color no verde no amarillo no mostaza no café, es una mezcla y creo que se oscurece y se pone más densa cada semana. No puedo evitar fijarme en este detalle de su rostro. Por más que me obligo a subir la mirada, mi vista desconoce descaradamente mi autoridad. Tal vez pueda decirse que estoy perdiendo autocontrol. Puede que necesite una terapia cerebral, una rehabilitación. Quizás esté exagerando, pero no quiero terminar observando cómo mi cuerpo funciona autónomamente, ¡para qué me necesitaría entonces! Pediré hora enseguida a un kinesiólogo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario