lunes, 26 de septiembre de 2011

El alto precio de la carencia de fama. (Young boy chinese price)

Las galletas rellenas con crema siempre fueron demasiado para mí.
Tú siempre tuviste un interés particular por las rellenas y bañadas en chocolate.
Yo antes era eso para ti, el baño de chocolate, pero no de esos con "sabor a...", sino del real, de ese con un gran porcentaje de cacao.
Pero un día llegó a tus manos el alfajor relleno con salsa de frambuesa.
Su suave bizcocho, las pepitas de la fruta entre tus dientes, era otro mundo.

Ahora tengo que borrar todas tus fotos de mi vida y ¿cómo lo hago?
Cada vez que me envías un saludo de cortesía, que me encuentro contigo en algún pasillo, tengo que recordar que de pronto ya dejé de interesarte y que nunca supiste cómo decírmelo.
Entonces tenemos que finjir que sólo nos distanciamos por el tiempo y por otras tonterías.
Tengo que finjir que ya no me duele y que no me dolió nunca nada.

Ya me he cansado de tus disculpas hace años, pero las sigo aceptando, sigo lloriquendo por los rincones, y todos los que me escuchan dicen "deja de pensar, deja de pensar".

¡Es que aún sigo borrando tus fotos S.!
¡Sigo borrándolas día a día, pero siguen apareciendo!

Entonces me pongo a pensar en qué podría haber hecho distinto, qué camino podría haber seguido para permanecer dentro de la casilla de tus intereses.

Ya ni siquiera sé cómo terminar de decir esto, se me olvidan las palabras, se me desvanece el invento.

No sé mentirte S., no sé mentir, quién lo habría dicho, yo, que siempre fui el mejor arlequín.

Buen viaje mon ami, bon voyage, quiero que sepas que ya no te espero, aunque no te interese saberlo, quisiera que te doliese sólo un poco, tal vez únicamente por cortesía.

lunes, 21 de marzo de 2011

Tiempo

Vas a tener que disculparme mon chéri, simplemente no puedo perdonarte.
Tengo conocimiento, my dear de que mi actuar no es ejemplar.

Han pasado ya varios años y no he podido volver a hablarte.
Siento las manchas negras en mi alma mein liebchen, pero no puedo borrarlas.

El tiempo se desenvuelve de forma espiral y ni tú ni yo estamos en el centro.
Sólo observamos desde lados opuestos.

Así va a tener que quedarse, querida, la vida ha separado nuestros senderos.
Es irremediable y no siento las fuerzas para luchar contra ello.

miércoles, 19 de enero de 2011

Todos podemos bailar Butoh

Hace mucho que no escribía aquí, pero puedo asegurar que mantengo la costumbre de anotar mis profundas experiencias vivenciales en unos pequeños y prácticos moleskines que yo mismo fabrico.

Reviso mis notas y me encuentro con lo siguiente:

Día de verano con una cantidad de sol normal. La cantidad de gente en la calle es normal. Mi presión arterial es anormal, lo cual es -nuevamente- normal. Entonces escucho:

- No, no me iré en un colectivo.

Me giro para mirar y paso a llevar a alguien con mi paraguas - que uso en vez de bastón, pues tiene la gracia de ser largo, servir de paraguas, sombrilla, y arma contra bandidos -. ¿Qué veo?

Una señora cincuentona que se lleva las manos a la cabeza, lanza un grito desgarrador, tuerce la boca y con espasmos de terror corre desenfrenadamente entre medio de quienes transitan un normal día de verano.


Una mujer joven parece salir tras ella. Yo la sigo. La mujer apura el paso y sigue de largo. La cincuentona espasmódica está sentada en una banca jugando a juntar sus tacos como Dorothy. Me siento triste e impotente con mi paraguas negro que no sirve para curar espasmos.

Sigo de largo, desecho la idea de pagar 15 mil sestercios para ver espasmos en un escenario, cuando veo que todos podemos bailar Butoh, y hacer el loco, y robar miradas, y lograr que alguien escriba sobre nosotros en un blog o hable de nosotros a la hora de la once.

Todo vuelve a la normalidad.

P.D.: Un normal año nuevo para todos es mi más sincero deseo.

miércoles, 14 de julio de 2010

Yo, espero.

Anoche, mientras terminaba de escuchar la preparación de esa deliciosa receta por la radio, comencé a preguntarme cómo he de decirle aquello que pienso decirle.
Ingresé, como hace ya un par de meses suelo hacerlo, a su sitio web, para ponerme al día sobre su vida.
Hay gente que se expresa tan bien escribiendo. No me considero entre aquellos, tampoco entre los que poseen el don de la palabra, simplemente me auto-posiciono ente los incomprendidos. No crea usted, estimado lector, que he de otorgarme mucha importancia por dicha afirmación, bien claro tengo que no es de mi interés darme a entender. En ocasiones, simplemente pierdo la paciencia con bastante rapidez, pierdo el hilo de lo que quiero decir, me aburro de las conversaciones, de las actitudes, de las lecciones de vida, de las personas, animales, tiendas, vestimentas, decoraciones, adornos, cortinajes, útiles de aseo, de los alimentos: aunque sólo salados. Yo nunca me he aburrido de los dulces.

domingo, 9 de mayo de 2010

Oh happy day!

En memoria de Demitrópulus, mi abuelo,
quien me contaba historias de fantasmas.


Me encantan los días en que te despiertas por ti mismo, un minuto antes de que suene el despertador, y te sientes descansado, aunque hayas dormido tres horas.

Te levantas, colocas la radio, y comienzas a escuchar aquellas canciones que te gustan tanto, y que creías que ya no tocaban.

Todo esto te pone de buen humor, y te atribuyes una energía que no parece acorde a tus años. Sientes que podrías trabajar catorce horas seguidas si hiciera falta, y aunque el agua de la ducha salga fría, no te molestas.

Me encantan esos días.

Después vas al café, te atiende una mujer como las de Botticelli, y te sonríe. Ya no hace falta echarle azúcar al café. Entonces te dispones a revisar los textos que te han enviado de la editorial, y resultan ser buenos, con un estilo sobrio, y bien escritos hasta el punto que logran que te intereses por la historia.

Qué maravilla. Me encantan esos días.

Y durante todo el día, tu trabajo no consiste en hacer otra cosa, que lo que te gusta. Esto no puede ser sano. Y así todo el día.

Cuando llegas a casa, te recuestas, y como por milagro, ningún vecino hace ruido alguno, y en la calle parece haberse detenido el mundo. Cuando despiertas, contigo despierta el mundo.

Te preparas un café y suena el teléfono, es alguien que estabas deseando que llamara y quiere ir contigo al cine. Estar en su compañía es más agradable de lo que esperabas, y la película resulta ser mejor que el libro.

Me encantan esos días. Y si empezó bien el día, mejor acaba la noche.

Pero como diría mi querido abuelo, "¡me cago en esos días y en su puta madre, que todavía no conozco ninguno así!".


jueves, 6 de mayo de 2010

Convenientes adquisiciones













Cuando le conocí, pensé que era similar a mí, pero "aplicado".
Por más que intente recordar esas primeras imágenes, permanecen borrosas en mi memoria, pues descarté enseguida un mayor acercamiento debido a esta característica mencionada, la de la "aplicación".
Dicha palabra se utiliza también en las manualidades femeninas, como sinónimo de "detalle decorativo".
Curioso.
Ahora que el destino nos permitió una mayor cercanía, le considero como tal en mi vida: un sutil "detalle decorativo", una nueva y excéntrica adquisición.

Lástima que no sea recíproco.
Y debe ser por eso que no me devuelve tan seguido los llamados.

Yo, lamentablemente, carezco de Estilo.

jueves, 29 de abril de 2010

La hora de decir adiós

Si vas un sábado cualquiera a la feria del Belloto, entre cuatro y cinco de la tarde, verás lo que parece ser los restos de un saqueo. Son las cosas que los vendedores prefieren dejar botadas antes que cargar con su peso al regresar a sus casas. De todo, lo que más hay es ropa.

Yo estaba conversando E. en la cocina de su casa mientras él lavaba uvas moradas, cuando llegó J. con una carretilla llena de ropa. J. tenía esa costumbre, iba todos los sábados en la tarde a la feria a buscar cargamentos de ropa abandonada.
La conversación con J. fue muy breve, y luego se limitó a pasar hasta un rincón del patio y dejar la ropa junto a otras bolsas llenas de jeans, chaquetas, pantalones, polerones, etc. Lo que me llamó la atención fue lo que vino después. Antes de irse, J. tocó una prenda y murmuró unas palabras inentendibles, luego repitió lo mismo con otra prenda, y después con el almendro, y luego con un lavatorio, y así con varias cosas a medida que se retiraba. Las tocaba con las manos, murmuraba unas palabras y continuaba. Así sucedió varias veces hasta que finalmente se fue.
El misterio - o al menos parte de él -, me lo aclaró E. Resultaba que J. tenía el mal de las puertas, siempre que se iba de un lugar tenía que despedirse de los objetos, como si estuviera cerrando puertas. E. me dijo que él creía que su mal era el de las ventanas, porque siempre las estaba abriendo.

Todo eso me sumió en un aire pensativo durante el resto del día, no podía dejar de preguntarme cuál de todos los males sería el mío.

jueves, 18 de marzo de 2010

Fruta de la pasión



Salió de un edificio de ventanas azules. Polera naranja hablaba sin parar, a quien quisiera escuchar, aunque nunca se detuvo y no se dirigió a nadie en particular.

En esa pileta gigante con espectáculos nocturnos de agua y luces de colores, turistas se fotografiaban felices, aunque era de día.

Abrigo mostaza tomaba piedras del suelo del sendero de tierra por el que caminaba, luego las lanzaba con mucha fuerza hacia adelante. Hacía calor y era un ejercicio importante, pero no pareció preocuparle.

Bajé del autobús. Caminé con seguridad sin mirar hacia arriba, eso delataría mi indecisión, me confundiría con un turista.
Es sólo que no me agradan en absoluto los cambios y me encaminaba hacia uno de esos. Forzadamente.
Sé que no lo entenderías, porque no te sucedió a ti, pero anhelaría que intentaras ponerte en mi lugar.

También creí ciegamente que si no pensaba en lo sucedido desaparecería. Deposité en ello toda mi fe. Había funcionado antes. Y en tantas ocasiones.


Si P. no me hubiese hecho hablar, nunca me habría dado cuenta de esto:
cuando algo se muere en mi vida,
no es sólo enterrarlo y seguir adelante.

lunes, 22 de febrero de 2010

Un último instante

La música se detuvo, y la sensación de vacío pareció aumentar. Se levantó para irse, pero recordó esa tarde en que se iban a encontrar en la estación de tren, y se fue después de esperarla casi una hora. Rato después lo llamó por teléfono, y le dijo: "A veces es bueno mirar atrás". Sin poder gritar su nombre había esperado a que él volteara. Pero no lo hizo.

Esa frase de otros tiempos lo hizo voltearse esta vez. Sabía que probablemente era la última ocasión en que la vería, y sintió la desesperación de querer retener algo de ella. Sus ojos almendrados, el pálido rosado de sus labios, la luz que caía sobre su hombro izquierdo, la forma en que calentaba sus manos alrededor de una taza de té negro con miel. Al menos quería ser capaz de recordar si fue un lunes o un martes, si llovía o hacía sol.

Durante cuántos años habrá visto su rostro, su abrigo rojo, sus dedos alargados, los pequeños pliegues en su frente cuando se enojaba, las arrugas casi imperceptibles que eran las huellas de su risa. Pero ahora la miraba como si nunca hubiese sido suficiente, como si siempre se hubiese perdido de algún detalle.

Era extraño verlo con esa mirada que no sabía dónde posarse, como tratando de capturarlo todo. Seguramente temía lo que efectivamente ocurrió después. La voz de ella se confundió con otras voces, su rostro se volvió indefinido, su nombre comenzó a sonar ajeno y común. Era como tener el vago recuerdo de un recuerdo. Era una imagen imprecisa, y resultaba imposible distinguirla claramente, tal como no es posible diferenciar un grano de arena de otro, y al igual que es imposible recordar la hoja de un árbol sin confundirla con otras.

Tomó su bolso y se fue. Años después se cruzaron en una calle que ninguno de los dos solía transitar, pero ella no pudo reconocerlo por su chaqueta verde, ni él pudo reconocerla por su forma de caminar.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Medios de transporte

¿Podría haber sido?
Ha pasado mucho tiempo desde el día en que dije lo que no debería haber dicho. Siempre pensé que había sido uno de los mejores momentos de mi vida. Pero ahora me encuentro contigo en el centro, un pan bajo el brazo, anillo de matrimonio, nuevo corte de pelo y... ¿habrán sido esas llaves de un auto?

Ahora comienzo a pensar que tal vez el separarte de mí te reportó mayores beneficios. ...Si tan sólo lo hubiese sabido entonces... quizás ahora tendría algo más que mi bici oxidada.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Torpeza motriz

Desde niño tuve la costumbre de caer... caer por las escaleras, caer de espalda sobre la tierra, caer hacia adelante en una bicicleta, etc. Recuerdo muy bien una oportunidad en que corría mirando hacia atrás y choqué contra un auto estacionado, también recuerdo haber caído de una escalera contra las baldosas, llegué a sentir como mis pulmones golpeaban mis costillas. Después de tantas caídas dudo que mis órganos estén en el lugar que deberían estar.

Habían pasado dos días sin caerme ni botar nada, pero un enredo de mis brazos sumado a la indecisión de mis manos botaron mi taza de té sin que alcanzara a beber siquiera una gota. Nadie se dio cuenta. Este fue el primer indicio para que luego, en el metro, perdiera el equilibrio y cayera sobre un hombre gordo que me dijo: "Para la otra pégame". Pedí disculpas, pero en estos tiempos nadie tiene mucha paciencia ni comprensión con quienes sufrimos de torpeza.

domingo, 25 de octubre de 2009

Pouporri de confusiones.

No me habría esperado nunca que acontecimiento similar hubiese sucedido en alguno de mis viajes rutinarios, pero tal vez decidió suceder en aquel momento, porque nunca me lo habría esperado.
No sé si la gente nos observaba mientras conversábamos, aunque no sé tampoco si ponerlo de esa forma, pues fue él quien habló todo el tiempo. Me mostraba sus pequeños dientes, era amigable, sus ojos estaban muy juntos y sorprendentemente pronunciaba muy bien el idioma que utilizaba para comunicarse conmigo (lamento no recordar cuál era, pero tampoco me acuerdo de lo que me decía, no todos los días se producen conversaciones con los accesorios de los cables de los celulares y el solo hecho me impresionó en demasía).
Luego, más tarde ese mismo día, cuando el bus ya llegaba a la ciudad hacia donde me dirigía (por asunto de negocios), observé con espanto una gigantesca gigantografía de tres personajes que postulaban a algo (supongo).
Te dije que pensé enseguida lo de los mensajes subliminales, porque el primer rostro correspondia a una mujer con una grande y espesa melena colorina, la cual me remitió inmediatamente a un león; el retrato del hombre (ubicado en el centro) tenía unos ojos redondos y negros que me recordaron enseguida a un sapo; y la última mujer, con un rostro muy delgado y alargado, correspondía sin discusión a una lagartija. Tuve que descartar de inmediato lo de los mensajes subliminales, pues el hombre del centro era el más importante y lógicamente no podría dar la imagen de un sapo, ¡qué beneficio le reportaría aquello...!
Aunque si lo medito un poco más, podría significar que el pueblo, a través de las votaciones, podría llegar a convertirlo en príncipe...


Votaré por él, siempre me han gustado las monarquías.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Técnicas de evasión

Se subió a la micro pero no me vio, alcancé a mirar rápidamente por la ventana. ¿Estoy seguro? No, vuelvo la vista, está durmiendo. Que alivio.¿Debería haberle hecho señas? Es que nunca me ha gustado levantar la voz en público. ¿Y cuando tenga que bajarme? Me bajaré distraídamente y le haré algún gesto con la mano. No debería ser así, en nuestra última conversación me dijo: "Esto te lo cuento a ti, porque sé que eres bueno", ahora tengo esa responsabilidad no deseada que proviene de recibir cumplidos.

El estar en una caja metálica con ruedas ya es angustiante, y ahora esto, cuando menos lo necesitaba. Me haré el dormido, esperaré a que se baje, y después bajaré yo, no importa que tenga que devolverme.

Lo único bueno de estas situaciones, es que de tanto complicarme me da calor, y eso, para alguien friolento como yo, es algo no menor.

jueves, 7 de mayo de 2009

Recuerde siempre cocinar sus mariscos.

A pesar de las constantes advertencias,
el chef Adolfo decidió arriesgarse y preparar ese plato famosísimo por su sabor y aroma.
"Vale la pena, vale la pena intentarlo" repitió en su mente durante las casi 2 horas que dedicó al menú, encerrado en aquella calurosa cocina.

De seguro si funcionaba se haría famoso, aunque de seguro si no lo hacía sucedería igualmente, claro que de forma adversa.

Ya terminados los preparativos se encomendó al cielo y comenzó a sudar.

¿Cuánto es que tarda en funcionar una intoxicación alimenticia?

Lo cierto es que todos los invitados se contagiaron la marea roja y, tal vez si nos calmamos y anotamos los puntos a favor y en contra, éste sería uno a favor, pues nadie pudo contenerse de probar el fabuloso plato.

A pesar de ello recuerde: Siempre cocine sus mariscos.

jueves, 9 de abril de 2009

Sólo faltó que me ofreciera un plato de arroz y que me dijera "ahora, ve a bañarte"

Había logrado apoderarme de un asiento que daba a la ventana y acomodarme para leer un libro con poemas muy breves y mucho espacio vacío en sus páginas.

- "Esa es una aberración ecológica" dijo ella.
- "Así es como se escribe el silencio" dijo él.

De pronto una familia se subió a la micro, pasaron a la parte de atrás y dejaron una niña de 7 años sentada a mi lado. Me preguntó de qué era mi libro. Hablaba con acento argentino, me dijo que le gustaba ir a la playa, sobre todo en la noche, a veces iba sola. Decía que tenía 10 hermanos, algunos por parte de su papá, y otros por parte de su mamá, fue capaz de decirme el nombre de todos ellos, y contarme una que otra historia.

Decía que se acostaba tarde y que dormía 2 o 3 horas solamente. Le gustaba andar en bicicleta, nadar, pintar, tocar música, cantar, caminar. Varias veces insistió diciéndome que yo no tenía acento de chileno, se reía de mi forma de asentir con la cabeza, y se reía de que repitiera tanto la palabra "ya".

Me dijo que le parecía muy raro que yo no tuviera novia, todos sus hermanos y hermanas tenían, incluso los más chicos. Pensé en decir en algo, pero me interrumpió diciendo que a veces las niñas y los niños son complicados. No le gustaba pelear y siempre que podía trataba de ayudar a los demás. Le costaba entender por qué algunas personas hacen daño a otras. Parecía tan contenta, y yo que me sentía tan lejos de esas sensaciones. Después que se fue no pude volver al libro, y me fui pensando todo el camino en ti.

viernes, 16 de enero de 2009

Invasión pasiflora.


La casa no era la misma. Tal vez su estructura era similar: tenía un patio pequeño en el costado izquierdo y al fondo uno varios metros más amplio. Éste último estaba invadido por una enredadera de un color verde azulado, o tal vez ese color lo daba la noche.
Hacía calor, por lo que las ventanas estaban abiertas. Las piezas eran amplias, completamente desamobladas y con un bello suelo de madera.
M. se encontraba en la entrada junto con otras personas.
Lo que aconteció, podría llamarse "la trama", es difícil de explicar: seguro tendría sentido en el momento en que sucedía, pero al recordar, sólo aparecen imágenes extrañas que podrían llevar a interpretaciones equivocadas. De todas formas involucraba peligro y salvaciones. Los breves intercambios de palabras fueron suficientes para recobrar el tiempo perdido y para enmendar errores cometidos en el pasado, los cuales fueron borrados inmediatamente por las buenas acciones.


Las reconciliaciones en sueños deberían contar como reales, ¿con quién tendría que discutir al respecto?

lunes, 5 de enero de 2009

Si uno es sabio de verdad ¿uno lo sabría cierto? ¿quién es uno?

¿Que yo soy el más sabio de la familia? Ni siquiera sé cuándo la llave del gas está abierta o cerrada, tampoco puedo mantener el orden en mi habitación, ni en mi cabello, ni en mi vida. ¿Yo el más sabio?

Es absurdo, lo que ocurre es que tengo la voz baja y hablo lento. Si tuviera una barba espesa quizás qué cosas diría la gente. Lo otro es que tengo la habilidad para escuchar monólogos monótonos extensos. La paciencia es fácil, ser y estar [más estar que ser], eso es muy simple el problema es cuando hay que actuar.
  • A veces temo que la paciencia se me convierta en vicio.
  • A veces corro en una forma que aprendí de un libro de Cortázar.
  • A veces me convierto en escarabajo y salgo a la calle a comer hormigas.
  • Sospecho que el mapa del Transantiago [sacado de un patrón de la revista Burda] contiene un mapa oculto sobre cómo encontrar la maravillosa ciudad de Tar, que otros llamaron Sarmung.
  • También creo que es verdad que en Japón están haciendo crecer un zapallo que se convertirá en un cosmos.
  • Sé que en este momento Jodorowsky está haciendo una réplica de la Venus de Boticelli con un moco.
  • A veces juego a ser un ser un humano por un rato, hasta que me doy cuenta que es mejor comer frutillas con crema.
Hoy probaré si lo de mi sabiduría es cierto. Se lo confesaré directamente, todos estos sueños me perturban demasiado, es hora de hablar dijo Isaías.

sábado, 11 de octubre de 2008

Asociación de ideas.

No es tarea fácil elegir alcachofas, simplemente porque las hojas tienen que estar verdemente frescas y no marrónmente arrugadas y secas. Eso lo recordé mientras raspaba el pan recién rescatado del tostador, el olor a quemado me recordó mi breve estadía en el sur, en las tardes que pasamos frente a la cocina a leña comiendo, comiendo, comiendo, cuando se suponía que sólo teníamos que trabajar, trabajar, trabajar y fue lo que menos hicimos. Por eso abandoné ese proyecto, porque cuando me sumé a él primeramente y ayudé a desmalezar en las plantaciones en terrazas, conocí a los padres de Abrahám, el cual había fallecido recientemente aplastado por un muro en el terremoto. Y no me olvidaré que José se refería con el mismo nombre al nuevo hijo que venía, como si Abrahám fuese reemplazable, como si sólo por vivir en un territorio extremo no tuviese esa familia los mismos sentimientos que ella en plena centralización. Pero ellos sabían más que eso, y ni siquiera necesitaron hacer mi asociación, la tenían incorporada, las palabras sonaron vacías.

viernes, 10 de octubre de 2008

Un absurdo que no tiene sentido me está robando horas de sueño... Es absurdo

No la entiendo, definitivamente no la entiendo. Me doy por vencido, creo que no soy capaz de entender a nadie.

Hoy tenía hambre, y teniendo poco dinero, quise comprar un chocolate de 100 sestercios. La señora me dijo que costaban 200 sestercios. Yo sabía que en todos los demás negocios - a pocos pasos -, los vendían a 100 sestercios. Aparenté no sorprenderme, temí que mis gestos torpes me delataran. Pagué los 200 sestercios, y me avergoncé de mí mismo.

No... no entiendo.

Mal de horario.

Me molestaría muchísimo si me reconocieran por mis malos hábitos al ingresar a un salón, y siempre hemos de saber cuándo Juan ha ingresado a un salón por sus malos hábitos.
No me molestaría que pasase completamente desapercibido y sé que tampoco a los demás.

Me gustaría más reconocerle por sus zapatillas de cordones rojos.
O por su voz cuando dice "no hay problema".

domingo, 21 de septiembre de 2008

Una confesión a medio terminar se convierte en secreto

Héme aquí, sumergido en la más compleja de las complejidades. Cuesta trabajo parecer un hombre educado y entero, mantener una imagen cautivante y sobria sin caer en el exceso que anula ese ligero humor del cual las gentes parecen disfrutar.

Coro griego: Cansa jugar los juegos que jugamos.

¿A qué se debe tanta premura en contraer matrimonio? [1] . ¿Tres meses bastan para conocerse? No ¿Será optimismo? [2] Quizás.

Coro griego: Nada es garantía de nada, pero aunque a veces es demasiado arriesgado arriesgarse [No terminaré la frase]

Las conversaciones tienden a empujarnos a delatar nuestras obsesiones. Estuve a las puertas de hacerte una confesión - parado al borde -, cuando mi mirada se detuvo en una frase de aquel codex, frase que no estaba dirigida a ti sino a mí: "estamos hablando de cosas de las que no deberíamos hablar". Me sonrojé. Como en otras ocasiones, me refugié entre el silencio y mi eritrofobia.

[1]: La expresión "contraer" pareciera tener la connotación de "contraer una enfermedad", en el sentido de un padecimiento. El Tractatus Philosophicus de Fridias en su capítulo "De Preventionis", señala que el matrimonio es la cárcel del espíritu, convirtiendo a ambos cónyuges en prisioneros víctimas del agobio. Por otra parte, el reconocido médico egipcio Anj-Iri expone su teoría según la cual el matrimonio estaría asociado a un problema de la "visión" y además advierte de las numerosas enfermedades que éste puede producir en el organismo.

[2]: Es preciso recordar que entre los males contenidos en el ánfora de Pandora, se encontraba la Esperanza, considerada como una desgracia por todo hombre sabio, y estrechamente ligada al "optimismo".

sábado, 20 de septiembre de 2008

Lleve opiniones

Tal vez debería enumerar la variedad de ocurrencias que salieron de tu boca en tan corto tiempo y de forma tan espontánea. Ni aunque lo deseara podría recordar una de ellas. Y te aseguro que tampoco podría F.J., porque mientras te mirábamos pensábamos cada cual cosas diferentes. Y es que él no podía dejar de preguntarse si se iría al infierno o si miles de insectos lo atacarían de noche por haber esparcido con la brocha el pequeño cuerpo de ese mosquito mientras pintaba las paredes del baño; y yo aún no podía creer que hubiesen echado a Raimundo del reality show...

lunes, 15 de septiembre de 2008

Stanislavsky

Era mi primer trabajo en un local de comida rápida. Fui al cuarto donde debíamos colocarnos el uniforme, y colgarnos un distintivo plástico con nuestro nombre. Como era nuevo no estaba el mío, así que tomé uno que decía Francisco.

Me acercaba a las mesas a entregarles el menú, decía algo gracioso, les conversaba de cualquier tema, siempre de muy buen humor y al irme les decía: "Cualquier cosa, me dicen no más. Me pueden llamar Pancho". Era como interpretar un personaje, traté de meterme dentro de la mente y bajo la piel de Pancho. Estoy seguro que de haber sido yo mismo, nunca hubiera dicho las cosas que dije, incluso mis gestos y posturas cambiaron. Cuando lo recuerdo me da risa... pero también me da algo de miedo.

jueves, 4 de septiembre de 2008

A veces simplemente no hay pasamanos.

Cuando pasé por la vereda de las baldosas flotantes, me fijé en los ciruelos rojos que se reían del último en florecer. Y entonces alguien me dijo que cuando fuese su turno tendría la posibilidad de sobresalir especialmente, que se destacaría ante los demás, porque para entonces ya habrían perdido sus flores y, en consecuencia, su máximo esplendor. El último sería diferente, pues podría brillar únicamente, solo.
Yo medité un segundo y no supe si responderle que lo que decía era un buen conjunto de palabras soñadoras, pues bien podría suceder que no se destacara en absoluto, que para su tiempo de floración, estuviesen todos ya cansados de la primavera.

lunes, 11 de agosto de 2008

Somos tan diferentes que llegamos a ser iguales

Algo tan sencillo como dejar de comer carne y beber alcohol puede atraer toda la atención hacia ti en una fiesta cualquiera. Quienes no te preguntan, elucubran teorías cercanas a la ciencia ficción. Quienes te preguntan, tratan de entender o tratan de convencerte o simplemente preguntan para después hablar de cualquier cosa.

Si hubiera conocido a Alan en otras circunstancias lo hubiese tratado de ud. pero todo nos empujaba a aquellos que estábamos ahí, a tratarnos con la camaradería más espontánea. Pintor en una de las tantas plazas, había dado a luz un personaje que consideraba su hijo: Walter Richi Machuca Guajardo. Mientras contaba su historia, un hombre cuyo oficio decía ser el de Lector, encendía el cigarro de Lua, que cuando se cambió el nombre junto a otras 5 personas en una de esas ceremonias que inventamos en ciertas ocasiones, al igual que los ritos de los amantes o de los almuerzos en familia, no sabía que había cambiado su "soledad" por una "luna portuguesa" - aunque Lua me sigue sonando más a "loba" que a otra cosa-.

Sentado en el balcón, podía ver a través de la ventana que mostraba el comedor y el largo pasillo, a esa muchacha francesa que trataba de comprendernos por medio de sus "callejeos" como ella les decía. Esa noche no importaba la música, parecía que todas las melodías estaban hechas para ser bailadas. Y ahí estaba ella, moviéndose en esas formas de serpiente que me hizo pensar en muchas cosas y en ninguna a la vez.

Rondas de chistes, cumpleaños felices, reflexiones políticas y espirituales... diálogos sobre la naturaleza de la realidad, comentarios sobre las Olimpiadas y la guerra, relatos de viejos tiempos... Entre medio de tanto ajetreo, siempre hay pequeños espacios para esa intimidad mínima en la que sólo caben unas pocas palabras, algunas miradas largas y ese silencio que queda vibrando en el aire después de ciertas conversaciones que son interrumpidas por alguien que busca vaciar su copa.

Lluvia - una perra que había sido encontrada en una noche lluviosa -, fue de las primeras en llegar, y de las últimas en irse.

lunes, 16 de junio de 2008

Atrevimiento invernal.

Un nuevo atraso. No sería novedad, pero ahora tenía que inventar una excusa, una BUENA. Me agrada mentir. Tal vez no debería admitirlo, pero es así.
Comencé a pensar en qué decir, medité sobre las excusas típicas, incluso pensé en decir la verdad... bueno esa idea fue fugaz. Tomé una bufanda, me la amarré al cuello y corrí. Al arribar, actué congestionadamente, con la mirada baja, los hombros caídos y la espalda semiencorvada en señal de debilidad. Unas tocecillas aisladas fueron, según yo, el detalle perfecto para mi falsa enfermedad; lo malo es que el profesor pensó de una manera semejante y me obligó a marcharme "¡A la cama!" dijo, y mientras me levantaba del asiento donde me había depositado, comenzó a admirar mi comportamiento, mis ganas de ir a clases sin importar mi estado de salud, creo que incluso utilizó la palabra "modelo". Y mis piernas se enredaron convenientemente en los tirantes de mi mochila. Salí lo más pronto que pude, sin mirar a nadie a los ojos, sin olvidar mi actuación tampoco.

Tal vez deba estudiar actuación, así la gente estaría por lo menos advertida de mi comportamiento.
Me sentí muy mal y no sólo porque nunca me ha gustado el teatro, sino porque realmente no tenía nada más que hacer; me gusta mucho esa clase y ahora tendría que irme efectivamente a la cama, no podría arriesgarme a que alguien me descubriera. ¡Qué día más corto en acción!

jueves, 29 de mayo de 2008

Busqué entre tus cartas amarillas...

Encontré esto entre algunos papeles viejos...

"Hay días en que me siento mal y lucho, otras veces no hago nada y dejo que la enfermedad me consuma con todo su infierno, dejo que su veneno se esparza y alcance lugares que no estaban contaminados, que habían logrado permanecer intactos - de esos cada vez quedan menos -.

He ido perdiendo las fuerzas para enfrentar las situaciones de angustia, cada vez hago menos y me dejo consumir más. Con todas las visitas que he hecho a los doctores, ya puedo describir con precisión y lujo de detalles mis estados de ánimo, puedo hablar de las ligeras diferencias entre el desgano y el aburrimiento, entre la nostalgia y la melancolía, entre la angustia y la desesperación. En otras palabras, me he vuelto un experto en examinar las manifestaciones de mi sufrimiento, lo que en un principio pensé me ayudaría para definir los perfiles de aquello contra lo que lucho. Pero la verdad es que esta enfermedad sigue siendo monstruosamente ambigua, extraña y vaga. Creo que lo único que alcanzo a describir es su superficie, como si sólo pudiera ver el mar en las olas que se rompen contra las rocas, sólo veo los resultados que produce en mí pero no su estructura, no su funcionamiento".

Nota: Hoy vi escrita la palabra "bonheur"... fue un pequeño sol que alegró mi día.

jueves, 15 de mayo de 2008

Largo trayecto rutinario (me obliga a meditar)

Caminaba por una concurrida avenida cuando perdí el hilo de mis pensamientos. Un señor vestido de un color que no es café ni verde ni beige, a cuadrillé o escocés (no entiendo mucho la diferencia entre ambos términos) me detuvo balbuceando un corto discurso que solamente comprendí la tercera vez que me lo repitió. Le di una moneda mientras le decía "no tengo mucho". Pensé un paso de cebra y media cuadra (sólo tres vitrinas) qué haría con el dinero que le entregué y si me recordaría. Yo sí recuerdo sus ojos ni verdes ni café ni beige y su sonrisa avergonzada. También me pregunté qué le habría pasado que se quedó sin dinero, pero una vitrina llamativa me forzó a ingresar en mi mundo de frivolidades y sólo cuando pasé por ese negocio que tiene una chimenea por donde siempre sale olor a choripán, pude retomar mis pensamientos dejados en pausa tras el encuentro con el señor combinado. Reflexionaba acerca de las obsesiones.
L. tiene una seria fijación por el desodorante ambiental. Cada vez que llega del trabajo lo primero que hace es buscarlo; a veces palabra por medio de lo que le dicen escucho ese sonido característico del spray, una descarga cada dos segundos. Me pregunto si eventualmente le mareará y anhelo que sí lo haga, pero como soy pesimista me imagino que comprará uno con un olor diferente y hay mucha variedad en el supermercado.
N. tiene una especie de fijación conmigo. Nunca hemos trabado una conversación, sólo hemos intercambiado un par de palabras. Sin embargo, cada vez que me ve sonríe. No quiero pensar que pueda estarme coqueteando, simplemente porque asumo su heterosexualidad y, aunque no juzgo a aquellos que no lo son, no me gustaría que pensase que podría tener una fugaz posibilidad de enamorarme. Yo, por mi parte, me he prendado de una de sus amistades. Su compleja morenidad morena me ha perturbado y, aunque intento decirme que "no es mi típico tipo" mis inclinaciones no escuchan razón alguna, se escapa de mi control. Hace tiempo ya que no le miro a los ojos y que me sereno para no intentar llamar su atención. Lo peor de todo es que me persigue en mis trayectos sin saberlo. No, no es amor, es una demencia temporal.
A. es adicta al tabaco. Sus dientes acumulan residuos de color no verde no amarillo no mostaza no café, es una mezcla y creo que se oscurece y se pone más densa cada semana. No puedo evitar fijarme en este detalle de su rostro. Por más que me obligo a subir la mirada, mi vista desconoce descaradamente mi autoridad. Tal vez pueda decirse que estoy perdiendo autocontrol. Puede que necesite una terapia cerebral, una rehabilitación. Quizás esté exagerando, pero no quiero terminar observando cómo mi cuerpo funciona autónomamente, ¡para qué me necesitaría entonces! Pediré hora enseguida a un kinesiólogo.

miércoles, 14 de mayo de 2008

¿Fe?

Había terminado la lectura poética y nos fuimos a caminar por las calles buscando algún bar que estuviese abierto a esas horas. Lo único que encontramos fue un bar punk-gótico en el cual no duramos mucho; "Los pacos me sacaron un parte la otra vez, si por mí fuera tendría abierto, si total uno no arma ningún escándalo. Puta, lo siento compadre, pero así es la cosa", después de la frase nos fuimos. Resultaba una imagen curiosa, estar con ese hombre de letras pasado sus 60 en ese lugar, conversando de la vida, la muerte, la poesía y las mujeres.

Me confesó que le tenía un poco de miedo a la muerte, y decía que Dios le había jodido la vida, "Me dio una infancia de las más duras, con pobreza y un padre que me creía marica por escribir. Conversando con un cura, le pregunté qué había que hacer para tener fe, y él me dijo que la fe era un don de Dios. Puta que me cagó Dios, me dio una infancia de mierda y encima no me quiso dar la fe... por eso yo digo que Dios es maricón".

Siento que mi breve encuentro con don Enrique me ha ahorrado muchos libros y malos ratos. Creo que entiendo sus borracheras y me gusta su cercanía con los jóvenes, es de esos viejos que está tan dispuesto a escucharte atento como a mandarte a la mierda si lo considera necesario.

sábado, 10 de mayo de 2008

Marina: recordando el mar en la depresión intermedia.

No sé si había que esperarle o si debía de tentarme. La verdad es que me vino un implulso loco por comer una empanada de mariscos, así es que me levanté y me fui supongo, porque tengo una gran nube en el trayecto de la sala de clases hasta ese puesto de la esquina.
Nunca me han gustado los mariscos. Me acuerdo que una vez en mi infancia mi madre y mi hermana me pasaron una supuesta empanada de pollo, pero yo me di cuenta en seguida que era de mariscos verdaderamente, por sus actitudes sospechosas y por ese sabor horrible que no recuerdo en este momento, pero de seguro si huelo una se me refresca la memoria. No lo haré. No me encuentro cerca de un lugar donde vendan empanadas y tampoco es el momento.
La cosa es que cuando estaba en el puesto ese de venta de empanadas de mariscos (se dedican a eso específicamente sus vendedores), recordé (justo después de acordarme que nunca me han gustado los mariscos) mi vegetarianismo. Por consiguiente, cerré la boca (tiendo a abrirla cuando pienso) y me fui. Caminé hasta el paradero siguiente (me dio vergüenza seguir junto a esos vendedores que me vieron en actitud reflexiva), tomé la micro y me largué.

¿Cuál es la diferencia entre un molusco y un marisco?
Lo pregunto, porque tengo una profesora que me recuerda a un molusco. No a uno en particular, más bien a "moluscos" en general y me gustaría tener una visión mental de estos, algo como una imagen, porque hasta el momento he pensado en lapas cada vez que la veo y me las imagino subiendo babosa y verdemente por un vidrio, luego me vienen náuseas y tampoco es una buena imagen para recordar a alguien.

martes, 6 de mayo de 2008

Coincidencia

Me desperté con la voz de mi vecino que desde que vive solo habla consigo mismo y también le habla a Dios para darle las gracias de seguir vivo. Al principio pensé que las únicas señales de vida en la casa de al lado sería el retumbar de los pasos apresurados por la escalera metálica y las descargas del inodoro - que en realidad inodoro no es -. Pero con el tiempo me he ido acostumbrando a sus monólogos [¿o debería decir diálogos?] y a veces imagino lo que Dios podría responderle.

Da gusto saber de alguien que se siente agradecido y que no protesta continuamente, sobretodo hoy en día en que pareciera que todos tienen algo sobre qué reclamar. Yo mismo reclamo que la gente no debería reclamar tanto, mientras en la isla de Lesbos reclaman porque la palabra "lesbiana" sólo se utilice como gentilicio y no para otra cosa.

En la noche decidí salir y caminar sin destino fijo. Me detuve entre un grupo de personas que miraban en el televisor de un negocio, cómo un adolescente caminaba sobre una pasarela de vidrio a metros de altura, y después como otro era arrastrado por una camioneta. Seguí caminando guiado por los marcados compases de un tango, hasta que una muchacha me detuvo. Su acento era argentino, coincidencia que me llamó la atención, y me hizo recordar el adhesivo que vi en el auto estacionado frente a la plaza, estoy seguro que tras ese nombre se esconde la misma persona de aquella secta oriental.

Necesitaba ayuda para abrir un viejo portón y me pasó sus llaves. Su exceso de confianza me hizo sospechar, pero acepté. El portón se rehusó a ceder, así que nos sentamos en la escalera, ella en la sombra y yo donde llegaban algunas luces escasas del farol. Algo me preguntó que me hizo decirle que no me interesa Nietzsche ni otros de su estilo porque no me gustan los libros de autoayuda. Ella me dijo que no leía cuentos infantiles porque le daba miedo las historias de terror. Después nos quedamos en silencio.

Volvimos a probar las llaves, empujamos con fuerza, y esta vez el portón se abrió. Ambos reimos. Ahí me di cuenta de lo pesada que era esa vieja armazón de fierro y pensé en lo fascinante que es que una sola llave, única combinación entre millones de posibilidades, sea la capaz de abrir una cerradura. No recuerdo si me despedí de ella, sé que me dio las gracias y que le dije que marcara sus llaves.

sábado, 3 de mayo de 2008

....

Creí que la radio se había encendido sola... pero no, eran mis pensamientos que empezaban a agitarse.